Biografía
Estudié escultura entre 1981/1988 en la facultad de Bellas Artes de La Plata. En ese momento trabajaba en hierro, buscaba la penumbra que queda entre las chapas, donde la relación tiempo/espacio se enrarecen. Pensaba en el arte en términos de orden/desorden... Eso duró hasta el 93. Me alejé de cualquier conocimiento sistematizado, y cultivé un vagabundeo silvestre a donde me llevara la pura curiosidad. Participé de un grupo de teatro durante tres años. Descubrí que los géneros estéticos son como nodos, donde se fija la radicalidad de una experiencia, pero que en realidad nos manejamos entre esos imprecisos intermedios. Fueron años sin filtro. Empecé a trabajar con los objetos, su condición de cosa que nos interroga y la posibilidad de convertirse en signo; con su temporalidad, y el residuo que queda de ellos cuando su función está en reposo o es violentada.
En el 98 me fui a vivir al monte misionero. Experimenté una nueva construcción del tiempo y empecé a trabajar con eso y los materiales que tenia a mi alcance, al margen de todo lo que pasaba en el mundo del arte. En el 2004 me vinculé con el MAC de Posadas a raíz de un proyecto educativo. Participé de unas clínicas que fueron buenas experiencias de diálogo, de algunos proyectos y muestras, hice buenos amigos… y aquí estoy, en el invierno misionero del 2008, escribiendo esto que no sé como sigue.
Visión del arte
1. Elija una obra que lo/la represente, descríbala haciendo referencia a su formato y materialidad, su relación con el tiempo y el espacio, su estilo y su temática; detalle su proceso de producción
No trabajo a partir de un tema, tampoco cultivo un estilo. Me produce un poco de asfixia definirme a través de una obra, así que me voy a remitir a la infancia: Cuando era chica, hacía unos hombrecitos de plastilina sobre una tabla de madera pintada de azul (nunca supe si era la silueta de un conejo o un rabanito). Reproducía todo lo que necesitaban para vivir. Mesa, camas, frazadas, armario, platos, tele. Nacían, vivían (a veces por un día)… y morían en la bola de plastilina gris. Con el tiempo empecé a obsesionarme con hacerlos cada vez más pequeños. Llegaban a ser apenas perceptibles, diminutas hormiguitas en un mundo igual de diminuto. Creo que en esa época ya pintaban dos características en las que me reconozco: la persistencia en la búsqueda de una sensación y una curiosidad que empezaba a asomar por la relación entre el tiempo y el espacio (…más un sentido del humor un poco solitario).
2. En líneas generales, ¿cuál sería la forma en que sugeriría leer su obra?
Pienso mucho en el otro cuando estoy trabajando. El sentido que tiene el arte para mí es el de compartir cierto sentimiento de perplejidad. La obra es una zona de encuentro, una “tercera piel”, como nombra R. Barthes al regalo amoroso. No es algo que surja de “lo tan raro” que la persona extrañada se pregunte ¿Y… qué es?, sino de aquellas cosas que son habituales y se vuelven inquietantes, generando una discontinuidad. Todo mi artificio apunta al cuerpo del espectador. El significado que surge corre por su cuenta, me sorprende, y así vuelvo a empezar.
3. En relación a su obra y su posición en el campo artístico nacional e internacional, ¿en qué tradición se reconoce? ¿Cuáles serían sus referentes contemporáneos? ¿Qué artistas le interesan de las generaciones anteriores y posteriores?
Mis referentes mas fuertes son mis amigos o aquellos artistas con los que tengo posibilidad de conversar o compartir alguna situación. También los lugares que habito. Me gusta andar suelta. No estoy vinculada directamente con una tradición o una escuela, ni al consumo desmesurado de información. Trato de ser fiel a mi deseo. Los discursos se pueden armar o desarmar; las carreras, seguir; la imagen se puede construir. Lo único que no podemos inventar es una curiosidad. Es como una especie de límite que se sincera en el trabajo.
Hubo momentos que me condicionaron, como fueron mis primeros años de estudio con Elosegui. Conocí el lenguaje de las formas en el espacio y aprendí a pensar con el cuerpo. Cuando me preguntan a que me dedico, respondo: escultora, como una cita de origen.
O bien, intereses puntuales, como por ejemplo algunos aspectos de la obra de Pablo Suárez; los primeros grabados de Porter y el conflicto de los modos de representación; la escultura colonial, sus modos de producción, su concepción como objeto publicitario y la impronta de un conflicto cultural; algunas maquetas de Giacometti que trabaja la yuxtaposición de tiempos; alguna vez me asomé a la cocina del teatro de Bartís, el uso que hacen de los textos y los objetos… El tiempo narrativo de los cuadros de Cándido López…el universo de Quino, Herriman; las mesas de Grippo…los signos de Rufino Tamayo; los retratos de Berni; la escritura con los sentidos de Haroldo Conti; alguna poesía de Roberto Juarroz; los encajes verbales de Kawabata; los colorines y la conversación de Tulio De Sagastizábal, (sigo… y sigue). Todo cae en una especie de sótano que los reúne en una lógica propia… y que a veces puedo descifrar.
4. Pensando en los últimos diez o quince años elija obras o muestras a su criterio fuertemente significativas de otros artistas de Argentina y explique por qué.
Hubo dos retrospectivas que me impresionaron por la calidad:
La de Grippo en el Malba, por la monumentalidad, sensibilidad y rigurosidad intelectual. Desafía la urgencia y la liviandad contemporánea. (El montaje: impecable).
Y otra que no es de un argentino: la retrospectiva de Soto en Proa. Me deslumbró cómo en esa búsqueda de la vibración y de un arte de puras relaciones de base científica, consigue limpiar la mirada del observador hacia un lugar sutil.
Después me gusta: la imaginería de Diego Fernández, las esculturas sonoras (y su biografía extemporánea) de Fiti Canelo, los muñecos de feria de Gabriel Ezquerra, el grupo La Grieta y su trabajo en el barrio de meridiano V; las esculturas de Dina Mascaró; “Envío” de Marcela Cabutti; el cine ¿documental? de Hernán Khourian; los dibujos de Mauro Koliva; las fotitos de Aníbal Buedes; el registro sensible de Leticia El Halli Obeid; Claudia Fontes; los mapas deshilachados de Macchi; los itinerarios de Maximiliano Peralta; el ascetismo de Siquier; Fabiána Di Luca y la vacademuchoscolores, en arte infantil; los dibujos Ana Haeckel; Mónica Millán (jardines)…
5. ¿Cuáles son los agrupamientos o tendencias que percibe en el arte argentino de los últimos diez o quince años a partir de elementos comunes?
La línea del tiempo se rompió. Compartir un espacio, no necesariamente significa estar en un mismo lugar…. Me impresiona un poco cómo se amplían las brechas generacionales. La memoria de los artistas más jóvenes está directamente vinculada con las nuevas tecnologías, y es de apenas unos años. No se trata de la incorporación de nuevos lenguajes o técnicas… sino de cómo se construye la memoria, el vínculo con una tradición. Es un fenómeno imprevisible que me produce muchísima curiosidad.
Por otro lado en los últimos años se generaron nuevos modos de producción y organización, espacios alternativos de exhibición y diálogo; lo que en alguna época nos costaba tanto imaginar… Y la creación de algunas plataformas de experiencia que nos permite a los artistas, curadores y público, vincularnos más allá de la geografía y romper un poco con el centralismo porteño.
Desde el punto de vista social, me resulta más rico, interesante y divertido lo que pasa en las fisuras y no tanto en los lugares de mayor visibilidad, en los que todo se vuelve previsible.