Marina Papadopoulos
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- Pablo Martín
Biografía
Nací en El Cairo, Egipto, en 1949. En el año 1958 mis padres y yo nos trasladamos a la Argentina. Comencé mis estudios universitarios en la carrera de Psicología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Luego, con la democracia, casada y con dos hijos, entré en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón”. Allí cursé dos años mientras concurría a un taller de dibujo y posteriormente, a uno de escultura. Como la Escuela no cumplía con mis expectativas –mucha pérdida de tiempo, conceptos perimidos–, decidí que con los talleres, más cursos de historia del arte, mi propia historia, mis viajes y toda la lectura que tenía a mi alcance me alcanzaría.
He tallado madera, piedra y he trabajado con todos los materiales tradicionales de la escultura. Muestro mis trabajos cada vez que tengo la posibilidad de hacerlo y creo que tengo algo que decir. Mi primera muestra individual fue en 1993. He hecho dos instalaciones en el Centro Cultural Recoleta, en 2000 y 2003; he participado de la convocatoria del Museo Larreta, en 2002, 2003, 2005 y 2006, con intervenciones y esculturas de gran porte, así como en una de las ediciones de Estudio Abierto 2005 y en un veintena de muestras colectivas. No suelo participar de los salones. Sólo lo he hecho en tres ocasiones: en 1989, en 1995 (cuando obtuve una mención en escultura) y en 1999, dentro de la convocatoria para el Parque de la Memoria, donde fui elegida semifinalista.
Durante 2003 y 2004 trabajé en un dispositivo de Arte Terapia en el Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial “José T. Borda”, con pacientes crónicos. Hice la tapa del libro de poesías Línea crónica, de María Victoria Suárez.
En 2007 organicé un curso de Prácticas Escultóricas Contemporáneas en el Centro Cultural Recoleta.
Actualmente estoy llevando adelante dos proyectos, un video y una instalación.
Visión del arte
La obra pertenece a una propuesta que vengo desarrollando desde hace algún tiempo y que está sostenida por los preceptos del espacio arquitectónico. Me interesa la arquitectura como estructura desfuncionalizada en la escultura, el volumen, la luz, el lleno y el vacío, y, sobre todo, porque ha sido el espacio por excelencia creado por el hombre como cobijo, morada y lugar sagrado.
Llegué al laberinto como elemento primigenio de la arquitectura, y con él, al mito que lo sostiene.
Me interesó investigar y, sobre todo, intentar zambullirme en ese mundo fuera de toda lógica, arcaico, pero nunca anacrónico, sino siempre revitalizado quizá como evidencia de nuestra animalidad. Además, quise preguntarme qué era el mito para mí, en especial desde una lectura de la realidad y de la producción artística. En esa búsqueda me interesó la propuesta de Leszek Kolakowski en su ensayo “La presencia del mito”. A modo de síntesis y para leer el mito desde una perspectiva contemporánea, el autor afirma lo siguiente:
La participación en el mito –al menos en nuestra cultura– es un desafío eterno frente a la razón, una exigencia usurpadora frente al monopolio de poder, bajo cuyo dominio se encuentran las necesidades “establecidas de la naturaleza” de nuestro cuerpo (…) El orden humano y el animal se vuelven uno al otro con escepticismo, envidia, con hostilidad a veces, al menos en una cultura cuya movilidad no admite ningún equilibrio.
Encontré en esas palabras no la respuesta, pero sí una justificación de mi elección, aunque dolorosa, pero que ponía de manifiesto mi necesidad de trabajar con el mito en ese momento.
Pienso que el artista es un sujeto que vive, que está inserto en una sociedad, y que cuanto más crítico es de ella, cuanto más se empeña en no renunciar a una síntesis, más posibilidades tiene de operar no sólo en el campo artístico, sino en el seno mismo de la sociedad.
Soy consciente que puede sonar utópico, que la desarticulación de los patrones perversos del poder no es tarea fácil. Pero como artista tengo al menos la posibilidad de hacer sentir con mi trabajo que la conciliación es posible, y fue exactamente eso lo que pude rescatar con esta obra.
Proceso de producción
Mis obras siempre comienzan con una maqueta que voy modificando y ajustando hasta llegar a la que será la definitiva.
En esta oportunidad, la instalación estaba concebida estructuralmente como un espacio transitable. Las paredes blancas se mimetizaban con las paredes de la sala, que por su construcción daban origen a pasillos alternados (derecha-izquierda), los que iban formando el laberinto. (dado que esto resulta complejo de explicar, se ve claramente en las fotos que adjunto de la maqueta). El espectador hacía un recorrido de unos 45 metros de ida y otros tantos de vuelta, dentro de la sala. A medida que lo iba transitando, las paredes de la sala se estrechaban permitiendo el paso sólo de uno o dos espectadores. A modo de advertencia, había colocado un cartel que pedía al público que cumplieran con la consigna, sobre todo por una cuestión de seguridad. Al final del recorrido, se encontraba el centro del laberinto formado por tres paredes de 2 metros de alto, cubiertas por placas de plomo, atravesadas por clavos que generaba un espacio muy restringido para circular pero a la vez propiciaba unos minutos de intimidad para el espectador. Cuando presenté el proyecto en el Centro Cultural Recoleta, había solicitado otro espacio, pero por una cuestión de programación tuve que ajustarlo a la sala que me otorgaron.
Técnicamente, era un falso laberinto, ya que había que entrar y salir por la única puerta. Pero las dificultades técnicas del armado fueron modificando la maqueta y, con ello, mi primera intención. Esto no fue en detrimento de la obra, sino todo lo contrario.
Resultó un gran desafío lograr el clima que necesitaba. El armado requirió de un equipo de personas que trabajamos durante una semana, entre siete y ocho horas diarias. Hubo que disimular elementos estructurales que molestaban, tales como tensores para los cuales hubo que hacer paredes cuya altura los contuviera y ventanas que sólo trabajé bajando la intensidad de la luz.
Apropiarse de un espacio, como sucede en el caso de la instalación, requiere muchas veces tener en cuenta una infinidad de elementos y sobre todo la ductilidad para modificarlos y repensarlos sin poner en peligro la integridad del proyecto. En esta oportunidad el resultado fue muy bueno.
Además puse a prueba mi paciencia, pues tuve que clavar 12.000 clavos de 20 cm de largo. Casi un exorcismo.
Nota: En mi página web van a encontrar un trabajo de alumnos de la UBA que se interesaron por la producción de mi obra, y en el video de la muestra se ve el armado de ésta. La totalidad del recorrido fue muy difícil de registrar por la estrechez de los pasillos.
Mis referentes contemporáneos son aquellos con los que comparto no sólo una tradición estética sino vital; esencialmente, mi sentimiento de extrañeza.
Con ello quiero decir “vivir siempre sintiéndose extraño del lugar”. En términos actuales, con la globalización y el nomadismo esto puede parecer absurdo; sin embargo, el exilio es un sentimiento que se enraíza en el ser.
Mona Hatoum y Jannis Kounellis son aquellos con los que comparto esos lazos.
Otra muestra que me pareció muy interesante fue la de Oscar Bony, también en el Malba, y realmente lamenté que él ya no estuviera. Son obras que no necesitan de fechas; son contemporáneas. Hablan del compromiso y de la necesidad del artista. De una búsqueda sin tregua por los diferentes lenguajes y la utilización de los medios sólo como requerimiento de la obra, no por el soporte en sí mismo.
No puedo dejar de mencionar la muestra “Jangada”, de Omar Estela, en el Centro Cultural Recoleta, en 1998, por la economía de los elementos utilizados. A pesar de inscribirse dentro de la tradición escultórica, estaba cargada de elementos conceptuales. Era un tronco de 5 metros apenas trabajado sobre soportes de hierro y el piso estaba cubierto con luces de neón; no como Dan Flavin, sino simples tubos blancos revestidos de cinta de enmascarar. Nos invitaba a navegar en la inestabilidad, el peligro que acecha en cualquier lugar.
También me interesó la muestra de Pablo Reynoso en la galería Ruth Benzacar, con el interior de una vivienda en destrucción como alusión a la destrucción del mundo cotidiano, la familia pulverizada, y también por su realización. Reynoso trata cualquier materia como un objeto precioso.
Agregaría algunas de las obras de la retrospectiva de Víctor Grippo, que ya había visto en el CAYC. Pero debo reconocer que la obra –para mí al menos– “mayor” de Grippo, Tabla, resume en un sencillísimo elemento, la mesa y el texto que él mismo con letra espontánea nos ha dejado, un legado. Resume todo aquello que puede hacer y anhelar un ser humano, para lo que se vive. La he visto mil veces y siempre me sigue haciendo reflexionar. Tal vez ese conceptualismo, en el cual la idea crítica está apenas esbozada, contiene una enorme potencia. Lo recuerdo a Grippo en una de sus muestras en el Centro Cultural Recoleta, explicando a una señora su teoría acerca de la conductibilidad del tubérculo.
Deseo mencionar también la muestra Arte y Dictadura, curada por Mercedes Casanegra en la Fundación Telefónica. Si bien la temática podía anteponerse al trabajo de los artistas, sucedía todo lo contrario: se veía el discurso poético de los artistas, cuyo lenguaje estético estaba cargado de denuncia como modo de operar.
Además, en el 2007, entre las obras de la bienal de Pontevedra curada por Victoria Noorton, la instalación de Marina de Caro, que aludía a un lugar casi infantil, una habitación peluche en un momento donde la antropofagia se ha instalado y nos resulta familiar. En el marco de la misma muestra, me interesó mucho el trabajo de Luis Camitzer: el árbol hecho de lápices y sus ramas dibujadas. Me extrañó ver una obra de él con esas características, pero creo que un artista, más allá de las corrientes, de los dogmas, necesita en algún momento volver a los materiales, sentir un trazo hecho con lápiz y no con el mouse.
Por último, la muestra de fotografía de Abbas Kierostami, en el Malba. Creo que la vi unas siete veces. Soy una apasionada de su cine y su fotografía me conmueve. No sé si es una propuesta estética relevante. No usa cámaras digitales, ni trabaja sus fotos en la computadora, ni sus impresiones son monumentales; sin embargo, posee toda la poesía, la nostalgia, la calidad que pone de manifiesto que detrás del clic, hay un artista. Éstas son sólo algunas.
Sin duda, el surgimiento de las asociaciones de artistas de la emergencia, como los llama Reinaldo Ladagga, o del arte relacional en el ámbito internacional, según Nicolás Bourriaud. Laddaga apela a una asociación donde tiene más relevancia la acción que éstas asociaciones ejercen entre la producción de los artistas (no necesariamente artística) y la sociedad, articulando los intereses de esta última y creando puentes y lazos de subsistencia –y yo agregaría de “resistencia”–. Es muy sugestivo su planteo de estar en el mismo bote... El bote, dice: “puede estar escorando o hundiéndose, ser inestable o sobreocupado, los pasajeros luchar por las menguantes provisiones de agua o por la dirección que él debería tomar”, como modo de poner en evidencia algunos de los problemas de nuestra época. Creo que otros de los ejemplos que se inscriben en esta línea son , el que fue ,el proyecto Venus por un lado , Trama y el de Ala Plástica son otros ejemplos.
También, la profusión de clínicas de arte dónde los artistas dejan su lugar tradicional de creación, para conformar otros ámbitos de debate con colegas y teóricos. Asimismo, las asociaciones de diversas disciplinas para objetivos puntuales –video instalaciones, recitales de música, de danza–. La interactividad en general.
Por otra parte, la cantidad de artistas que operan en la red, los blogs, los colectivos de artistas, las residencias y otros tantos. Este año dará cuenta de la necesidad de repensarse, la misma estructura planteada por la Bienal de San Pablo, una bienal sin obras. Sin duda, el arte deberá renovarse no sólo por una necesidad intrínseca, sino por los cambios sobre todo sociales, tecnológicos, ecológicos, antropológicos; las migraciones, el aumento exponencial de la población a escala global, entre los más urgentes. Tal vez sea ésta una muestra de lo que vendrá.
Creo que estamos ante un cambio no sé si de paradigma o cómo llamarlo, pero no sólo en el arte, sino como sociedad en general. Creo que hay un agotamiento, sobre todo en el discurso del poder y si puedo pensar en un cambio, creo que surgirá como una necesidad de resignificar justamente ése discurso. Si el arte dará cuenta o no, habrá que esperar........