Biografía
En principio Suscripción es un espacio de encuentro y colaboración para un grupo de amigos que pese a trabajar en diferentes campos comparten una cercanía en la mirada y un entendimiento de la producción similar. A partir de esta familiaridad sucede la instancia de cruce entre las diversas disciplinas a través de generar proyectos en común que en muchas oportunidades también se abren a otras personas permitiendo que el territorio se expanda gracias a estos tránsitos.
En el 2001, luego de algunas publicaciones y eventos, Suscripción presenta la muestra Verano en la Galería Belleza y Felicidad. Durante el mismo año, entre otras, suceden Sólo en las cosas lindas (Boquitas Pintadas) y Memo (en el marco del ciclo Post Post, Goethe Institut) proyectos que permiten consolidar el espacio de producción colectiva.
El 2002 los encuentra participando de la muestra Colectivos & Asociados en Casa de América en Madrid. Para esta invitación Suscripción prepara especialmente la instalación Monoambiente. Del mismo año es el proyecto Aula Suscripción que se presenta en Estudio Abierto San Telmo Montserrat.
A principios del 2003 son convocados para realizar una muestra en la Galería Doque de Barcelona, así en mayo presentan la primera instancia de ¿Vas a estar ahí mañana? La continuación del proyecto se realiza a principios de 2005 en la Trienal Poli/Gráfica de San Juan de Puerto Rico.
Luego de cinco años de trabajo en común, Suscripción ha podido generar una dinámica de creación colectiva que cruza diversos espacios de circulación. Ediciones, videos, colaboraciones y eventos como el ciclo de poesía Ticket, las presentaciones en vivo del disco Sal de la banda Entre Ríos, el encuentro de proyecciones y música electrónica Aire Acondicionado organizado en el espacio Ras de Barcelona o las intervenciones en la Marcha del Orgullo, son otras formas de producción que este grupo ha transitado.
En este momento Suscripción se encuentra de vacaciones.
Visión del arte
1. Elija una obra que lo/la represente, descríbala haciendo referencia a su formato y materialidad, su relación con el tiempo y el espacio, su estilo y su temática; detalle su proceso de producción
2003 – 2005. Lo inacabado. Eso que no cierra de forma definitiva. Esto que vamos transitando. Buscamos un título tan acorde a esta experiencia como aquel Si algo importa, todo importa de Wolfgang Tillmans. Buscamos, sí, hacer eco a esa convicción donde queríamos – queremos– que las cosas que nos hacen, en su gracia y también en su complejidad dolorosa, tuvieran un lugar. Por momentos sólo somos nosotros, cinco amigos que se mandan por mail una imagen del Destroy All Monsters de Mike Kelly o el nombre de una peli de Wes Anderson. Por momentos somos también esos veinte o treinta amigos para los que en verdad uno hace sus libritos. ¿Algo de esto va a seguir ahí mañana para nosotros? Dijimos que nos interesaban más las formas en que las partes se relacionan que el todo que arman. Durante el último año cruzamos dos proyectos: Algún jueves, un domingo y Cuando quieras. De cierta manera ambos atraviesan el mismo territorio: cómo pasamos aquí nuestros días. Y en ese cómo se instala la plusvalía. Nunca intentamos testimoniar una supuesta cotideaneidad, más bien nuestro desafío se sostiene en erigir otros días posibles. Por cierto siempre que uno sea afortunado, estos abrirán el territorio de lo imaginado.
Desde ese resto funcionamos. Una inevitabilidad compartida. La propia urgencia resonando en una urgencia mayor que entre nosotros se llama Suscripción. Una ideita, algo obsesiva y de la que no nos podemos deshacer y que en los últimos tiempos va cobrando distintas formas. En Algún jueves, un domingo abrimos el juego invitando a unas setenta personas a sumarse al proyecto. En paralelo Cuando quieras fue desarrollándose en el núcleo de Suscripción. En uno trabajamos una instalación a partir de diarios personales que otra gente nos acercó y que cada espectador podía leer minuciosamente o darle una mirada fugaz. En el otro, desde imágenes, textos y fotos propuestas por nosotros, invitamos al espectador a armar una edición llevándola con él para que siga su propio camino.
Para nosotros, ambos proyectos son parte de un mismo acontecer que venimos transitando desde 1999 y que, a pesar de seguir siendo incapaces de precisar, confiamos siga su curso. Debemos confesar, todavía temblamos un poco cuando alguien nos pregunta: ¿Pero Suscripción qué hace?
Y en verdad, esa indefinición nos gusta. Y sin duda nos permite movimientos relativamente sueltos, cosa que en este universo no es fácil de lograr. Berger dice que Goya jamás hubiera pintado como lo hizo sin la contundencia de la planicie castellana cercándolo. Nosotros tenemos cierta intuición acerca de cómo el entorno que nos rodea hace a aquellas distintas pantallas que cruzamos. Una canción de Sonic Youth, ser chicos que estudiaron en los 90, trabajar desde la adolescencia, acordarse cuándo oímos por primera vez happy happy joy joy, haber leído Rastros de Carmín, seguir trabajando, compartir fiestas y pasarnos discos grabados. Suscripción es en esta ciudad que nosotros nos armamos como un acto de voluntad.
Quizá por todo esto nos cuesta pensar en términos de tradiciones. Preferimos hablar de cercanías, afinidades o familiaridades que se comparten o nos ligan a otros. A veces con gente que estuvo antes y otras con la gente que vendrá y tal vez transite un territorio cercano al nuestro. Siempre nos preguntamos qué dirán del mundo o del amor los chicos que ahora están creciendo y cada tarde ven Nickelodeon.
Y es que la idea de tradición se erige en un después que difícilmente no esté de alguna forma ligado al canon, al poder. Así que por qué no elegir otro circuito: qué me mostró algo que no hubiera visto de otra forma, quién casi me habló al oído e hizo que pensara eso que sino jamás se me hubiera ocurrido, cuál fue la experiencia que alguien me dio la posibilidad de compartir y vivenciar a partir de su trabajo. Aunque suene ingenuo o infantil preferimos pensar en relación con aquello que por alguna razón amamos. Tal vez esta posibilidad de elección resulte de forma indudable una de las tantas marcas que signan la contemporaneidad.
Entonces, a pesar de la trivialidad que esto conlleva, nos gustaría más imaginar a quién invitaríamos a nuestra casa a comer, con quién iríamos a bailar o quisiéramos quedarnos una noche de charla de sobremesa. Confesar estos afectos nos parece casi como ponernos un pin en la campera con la cara de un artista o decir qué chico nos gusta. Aunque Andi admite que podría usar una remera con la foto de los hermanos Honda bajo la lluvia de flores de cerezo de Nan Goldin y en la espalda citaría el aférrate a lo noble de la señora Leguin. Gastix una de Christian Marclay y Ceci luciría otra con el paraguas transparente que resplandece en Lost in translation de Sofía Coppola. A Eubel ya le regalamos el poster flúo Don´t Work de Daniel J. Martínez y Sebas está ahorrando para que cada uno tenga su edición de Argentine Hag de Banana Yoshimoto y Nara.Y claro que a todos nos encantaría organizar una fiesta con los chicos de Instant Coffee.
Es que por ahí sucede que el concepto obra no nos resulta demasiado afín. Preferimos reflexionar a partir de sustantivos menores y siempre en plural: relaciones, procesos, experiencias, acontecimientos, ideas, encuentros… un kit que habla de nuestra forma de trabajo. Cierta irreverencia o –mejor–, la decisión de no tomarnos tan solemnemente esto que hacemos. A veces filmamos, a veces sacamos fotos, otras escribimos o dibujamos, en verdad nos interesa cómo esos actos se rozan, casi qué sonido producen al friccionar entre sí. Ese cruce en un momento determinado. Instalaciones, ediciones o eventos son sólo algunas instancias. Aunque nos parece más relevante la intención de movilidad que Suscripción implica, que las detenciones determinadas que cada tanto hacemos. Y de esas detenciones elegimos rescatar aquello que el otro completa y se lleva de ese encuentro. Una vivencia en común. Algo así como un obsequio.
Sabemos que este gesto puede ser más que discutido. Y casi creemos que esa discusión debería ser bienvenida. Aunque aclaremos, sí tenemos cierta clara conciencia de que aquello que otros hicieron y la posibilidad de seguir nosotros haciendo irisa y da un brillo determinado a los días. Un plus por el que nos sentimos más que agradecidos. Y que nos interesa compartir. “Todo arte finalmente es político¨ dice Orozco mirando a la cámara. Entonces nosotros optamos por la intención de interaccionar desde la comunión generando espacios de coincidencia con los otros. “Lo propio y lo ajeno” afirmaría Bellessi. Tal vez ese punto de inflexión donde lo propio y lo ajeno generan un suceso nuevo.
Y a partir de estas formas y desde el acuerdo es que se dan nuestros procesos de trabajo. En el principio hay siempre una imagen o una idea que abre el terreno. Luego llegan las maneras de darle forma a esa intuición. Hablábamos una noche en una EG3 sobre cómo los chicos se apropian de las mochilas que llevan. Esa conversación desplegó el mapa que visitamos en ¿Vas a estar ahí mañana?, una instalación que sin pretender alcanzar respuesta alguna, comprendía esos traslados que a través del ahora generan un mañana posible. Como si cada instántanea de aquello que hacemos, loopeara en diálogo constante: “¿Vas a estar ahí?” “Estoy.”
Algo de esto para nosotros está presente en el evento realizado por Agencia de Viajes como tributo a Marosa Di Giorgio en los jardines del Museo Fernández Blanco. En esa oportunidad la música, los textos en la voz de Marosa y el espacio proponían diversas formas de transcurrir esa tarde.
Hacer para nosotros involucra una celebración. No se trata sólo de una instalación, nos importa lo que sucede entre las personas cuando le dan sentido en su estar a esa instalación. Casi como eso que pasa cada año en la Marcha del Orgullo, donde una acción de visibilidad profundamente política se transforma en un festejo de la diferencia.
Igual gesto detectamos en Marcelo López cuando regala alguno de los posters de la serie “No consuma homofobia”. O en las chicas de Brandon al cerrar una de las ediciones con el deseo “y que el amor se contagie a todo el mundo”.
Hay un desparpajo que permite extender límites, hacer posible algo que resultaba impesable. Sin duda la producción de Reynolds está marcada por esa voluntad de experimentación y conmoción. También ese ademán titilaba en las acciones de Alix De La Barrière mientras, volcando detergente en las fuentes de los shoppings, con burbujas tomaba por asalto el supuesto bienestar reinante.
De algún modo, esa clase de apertura significaron las presentaciones del Lapiz Japonés. O en otro registro, la inauguración de Parsimonia en Ruth Benzácar, cuando a la vernissagge de una galería central se acercaron personas que excedían los límites de la supuesta escena artística. Escena que extiende, y por momentos discute, la existencia de un espacio de las características de Belleza y Felicidad.
Ese tipo de corrimiento también aparece en el ciclo de Nacho Iasparra durante un Festival de La Luz, al proyectar sobre el obelisco una compilación de imágenes de distintos fotógrafos jóvenes.
Y también hay producciones puntuales que nos interesan en su desarrollo y que a cada nueva aparición nos sorprenden. Algunas de ellas son las de Daniel Joglar, Wili Peloche, Mariano Grassi, Dani Umpi y Luciana Lardiés. O presencias inesperadas que nos alegran, como la serie de tatuajes que actualmente aparece en las papas fritas y nos acerca unos personajes entrañables.
De todos modos, sentimos que definir un panorama actual sería intentar delimitar zonas o territorios a manera de esos mapas físicos, políticos o geográficos que hablan de montañas, ciudades o lagunas pero de alguna forma dejan siempre algo de las personas fuera. Queremos creer que hay tantos panoramas posibles como agendas y miradas tiene la gente. Y nos gustaría que ninguna de ellas niegue o esté por encima de las otras.
Si ubicarnos concretamente en una zona fuera necesario, diríamos que Suscripción intenta moverse por esa brecha abierta entre el bailarín de Félix González Torres o los ositos de Prior por un lado y el señor que en la estación de Ezpeleta con su puesto de panchos y su grabador al ritmo de la cumbia pegó el cartel: Cena y Baile por $1.